En los últimos años, la sostenibilidad ha generado un auge significativo, posicionándose con fuerza en el sector, principalmente en el desarrollo de la infraestructura, generando desafíos en la generación de proyectos sostenibles que logren mantener un equilibrio entre el rápido crecimiento urbano y la urgencia medio ambiental que habitamos.
Países desarrollados como Suecia, Suiza o Dinamarca, han logrado la integración de tecnologías eficientes, como la recirculación de agua, la captación de aguas lluvias, los paneles solares y los sistemas energéticos sostenibles, han creado espacios donde ambos conceptos se unen de manera armoniosa. Dinamarca, por ejemplo, es un país líder en sostenibilidad gracias a su enfoque en la energía renovable, parques eólicos marinos, y su movilidad sostenible, lo cual también es un impulso a una mejora social.
Sin embargo, el verdadero desafío se encuentra en replicar estos modelos en los países emergentes, donde las limitaciones económicas, gubernamentales e institucionales dificultan la implementación de proyectos sostenibles. En mi experiencia dentro de la estructuración de proyectos de infraestructura en Colombia, he observado cómo el componente financiero suele ser el factor decisivo en la selección de alternativas, relegando los aspectos ambientales y sociales a un segundo plano puesto que se dispone de recurso económicos limitados.
La falta de recursos destinados a la sostenibilidad y las dificultades para armonizar los intereses de diversos actores hacen que, en la práctica, se opte por proyectos técnicamente viables y de menor costo, en lugar de aquellos que minimicen su impacto socio- ambiental. Como resultado, se perpetúa un modelo de desarrollo que no considera las necesidades a largo plazo y mucho menos la urgencia climática que estamos viviendo.